martes, 16 de marzo de 2010

Fragmento de Tuvia No Tá (¿Dónde está Lluvia? Qtal/Arcadia 2003)

Lluvia tiene tres años.

Cuando le preguntan: ¿Cuántos años tienes? Ella hace así. (muestra un dedo de una mano y dos de la otra)

Estos son los padres de Lluvia.

La quieren mucho, y siempre están atentos a todo lo que ella hace.

Y eso no es nada fácil.

Pero no porque los padres de Lluvia sean un poco tontos.

Ni tampoco porque se olviden de ella cuando miran la tele.

El problema es que Lluvia no para de moverse.

Cuando no se está metiendo adentro de la bañadera, se está asomando al balcón.

Cuando no se mete debajo de la cama, se esconde adentro del ropero.

Cuando no se trepa a lo más alto del sillón, abre la puerta del departamento y se va al pasillo.

Los pobres padres no tienen descanso. Todo el día caminan por la casa preguntando: “Lluvia, ¿estás ahí?” y ella contesta, aguantando la risa: “¡No! ¡Tuvia no tá!”

Tan pero tan atentos tienen que estar, que un día al papá se le metió algo en el ojo, lo cerró durante seis segundos tratando de sacárselo con la punta del dedo meñique (que es algo muy difícil de hacer), y cuando los volvió a abrir, Lluvia ya no estaba.

La puerta del departamento estaba abierta, pero al salir, ella no estaba en el pasillo.

Escuchó unos pasos que bajaban la escalera despacito, pero cuando se asomó, ella tampoco estaba ahí.

Sintió que la puerta de calle se cerraba, pero cuando salió a la calle, ella no estaba por ningún lado.

- ¿Ha visto a mi Lluvia? - le preguntó a un señor muy viejo muy viejo que estaba sentado en el banquito de una plaza mirando pasar a la gente.

- ¿Su lluvia?- le dijo el señor muy viejo -La lluvia no es suya. La lluvia nos moja a todos por igual.

Como el pobre padre no tenía tiempo de dar explicaciones, siguió preguntando.

- ¿Ha visto a mi Lluvia? - le preguntó a un perro que se estaba refregando la espalda contra el pasto.

- No, hace mucho que no veo llover. Pero le aseguro que una gran tormenta viene en camino - le dijo el perro, con ese acento inconfundible con el que habla cierta raza de perros.

- ¿Señor, ha visto a mi Lluvia?- le preguntó a un hombre gordo con un gran cigarro en la boca, que viajaba en la parte de atrás de un coche muy caro.

- Usted debe estar equivocado. Esta noche doy una fiesta en el jardín de mi casa y para que no haya problemas he comprado la lluvia de toda la semana. No puede llover a menos que yo quiera- dijo, y le dio una orden a su chofer para que siguiera camino.

-¿Ha visto a mi Lluvia?- le preguntó a un policía.

- Andar diciendo por ahí que uno es dueño de cosas de la que no es dueño es un delito. Está mal. No se hace. ¿Usted ha comprado a la lluvia?

-No... no... déjeme que le explique- decía el padre.

- No hay nada que explicar. Usted está infringiendo la ley número ochicientos quichimil del año mil novechanchoscuarentaypoquitos, por lo cual no tengo más opción que meterlo preso. Con todo respeto, señor.

- Pero es que yo....

- ¡Todos dicen lo mismo! - le dijo el policía, y sin darle tiempo a explicarse se lo llevó a la cárcel.

-Señor preso, ¿ha visto a mi Lluvia?

- Hace muchísimo tiempo que no la veo- dijo el señor preso, echando el humo de un cigarrillo - por eso esta misma noche voy a escaparme. ¿Se viene usted conmigo?

- Encantado. Pero yo en realidad le preguntaba por...

- Silencio, silencio, que vienen los guardias



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