martes, 6 de abril de 2010

Fragmento de "Los hijos de Roddaria" (Novela inédita)

¿Y MI HERMANA?

Mi hermana Sofía es un personaje.
Lo primero que tienen que saber sobre ella es que es linda. No lo digo porque sea mi hermana. Es más, me encantaría poder decir que es más fea que un sapo aplastado. Pero la verdad es que es tan linda que no se lo puedo decir ni en broma. Todos los varones de la escuela, tanto los del piso de abajo como los del piso de arriba, siempre, pero siempre-siempre, se enamoran de ella. Le dejan notitas escondidas, le dicen cosas por el pasillo y salen corriendo, le regalan caramelos, chocolates y naranjús, los que tienen celular le sacan fotos sin que se dé cuenta, y si hay un asalto o una fiesta de cumpleaños, uno tras otro, casi haciendo cola, la invitan a ir.
Pero ella
siempre
dice
no.
Porque a mi hermana le gusta un solo chico.
Juan Mirolli.
Si conocieran a Juan Mirolli, ésta es la parte en la que dirían: ¡¿QUÉ?! poniendo cara de que les preguntaron una cosa de matemáticas redifícil.
Yo voy a escribir: "Juan Mirolli" y ustedes van a decir ¡¿QUÉ?! poniendo esa cara, ¿ok?
Porque a mi hermana le gusta un solo chico.
Juan Mirolli.
(Ustedes: "¡¿QUEEEE?!)
Sí, como lo oyeron. Juan Mirolli, el más redondo, retonto, relelo, remoquiento nene de toda la escuela de la calle Pasco en el barrio de San Cristóbal. El único e inentendible Juan Mirolli.
- Juan no es tonto- dice mi hermana Sofía - es especial.
¡Sí, claro! ¡Un nene que se pasa el día mirando el pizarrón con cara de albóndiga fría, metiéndose los dedos en la nariz cada dos por tres, y que en el recreo se sienta en el borde del cantero con las piernas abiertas (hasta cuando tiene pantalones cortos), contando sus figuritas de Power Ninjas, seguro es, en secreto, "muy especial"!
Por supuesto, Juan Mirolli es el único nene en toda la escuela que no se dio cuenta no sólo de que Sofía lo quiere, ¡sino simplemente de que Sofia EXISTE!
Pero así es mi hermana.
Un día, Emiliano Decanini, el chico de séptimo del que gustan todas, se acercó a Sofía y le dijo:
- ¿Querés venir conmigo al baile de la primavera?
- ¿Puedo ir en patitas?- le preguntó mi hermana.
Emiliano Decanini se peinó el mechón que le caía mi-li-me-tri-ca-men-te siempre sobre el ojo derecho, miró hacia un lado y hacia el otro, y le contestó:
- Me parece que no.
- Entonces no quiero.
Emiliano se puso azul. Un azul como de agua de laguna, o de charco de lluvia de la semana pasada. ¡Nunca, jamás, en su vida, alguien le había dicho que no! ¡A nada!
- ¡No se dice en patitas!- gritó -¡Se dice descalza!
- ¡¡A mí me gusta decir en patitas y andar en patitas!!- gritó mi hermana, mucho más fuerte.
De más está decir que Emiliano Decanini se quedó en su casa la tarde del baile de la primavera.

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